domingo, 28 de noviembre de 2010

Orígenes del Teatro, el Teatro Griego y la Tragedia

Orígenes del Teatro, el Teatro Griego y la Tragedia

Orígenes

 

Para la Grecia antigua, fundadora del teatro occidental, theatron era el lugar donde el público asistía  a la representación de una acción que se mostraba como ocurriendo en otra parte. Aquella vieja acepción aún se conserva, pero en español llamamos teatro también a las obras literarias compuestas para la escena, al género que las agrupa y, desde el S XX, a una disciplina artística específica, disciplina que comienza por declarar su independencia respecto de la literatura.

 

     Para Aristóteles, el teatro había sido sobre todo logos, palabra. Él consideraba que la tragedia tenía mérito aún fuera del espectáculo. En consecuencia debía estar escrita de tal modo que, aún sin representarla, con sólo oír los acontecimientos, cualquiera se horrorice y compadezca de las desventuras de los protagonistas. Esta idea ha marcado la evolución del teatro hasta mediados del S XIX, cuando las cirscunstancias impusieron la aparición del director y la revalorización de la puesta en escena.

 

     Tal como se lo entiende hoy, el teatro es espectáculo. Espectáculo en la medida en que se realiza para ser visto y en que no vacila en echar mano de todos los recursos artísticos y tecnológicos para ese fin. También lo es si se lo piensa como resultado de una creación colectiva, que, expuesta ante el público, ensambla diferentes elementos escénicos con la participación no sólo de los actores, dramaturgo y director, sino también de músicos, escenógrafos, iluminadores y hasta ingenieros de sonido.

 

     La representación, considerada en ocasiones un sustituto prescindible y hasta molesto del texto teatral, es ahora el lugar y el momento mismo en que este cobra su sentido y su razón de ser.

 

    El teatro  surgió como culto religioso a Dioniso, dios asociado al vino (Baco, para los romanos) .  En honor a este dios, un coro de campesinos cantaba bajo la piel de animales un himno llamado ditirambo. Había música y danza. El corifeo, director del coro, comentaba lo que se cantaba. Después se agregó otro personaje que dialogaba con el corifeo. Se supone que estos ritos evolucionaron hasta definirse como espectáculo teatral.

 

 

   (En Enciclopedia Hyspamerica de Lengua y Literatura, Fascículo 6. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.)

 

 

La tragedia

 

     Aristóteles expresa en su poética que la tragedia es “imitación de una acción de carácter elevado y completa, dotada de cierta extensión, en un lenguaje agradable, llena de belleza (...), imitación que ha sido hecha o lo es por personajes en acción y no por medio de una narración, la cual moviendo a compasión o temor, obra en el espectador la purificación propia de estos estados emotivos”. Este efecto de “purificación” en el espectador se conoce con el nombre de “catarsis” y ése es el fin, la intencionalidad de la tragedia clásica.

 

      El teatro clásico griego es un teatro cívico: está al servicio de intereses defendidos por la ciudad. Por esto, es un teatro que ejerce una fuerte intención didáctica. El terror despertado por la tragedia debía enseñar a los ciudadanos las consecuencias fatales de actual insensatamente, sin razón, sin equilibrio, o queriendo resolver los conflictos de la ciudad sin atender a los consejos de otros.

 

      Así como la epopeya es el género de los padres, es decir, de la clase social aristocrática ligada a la tierra, la tragedia es un género típicamente ciudadano (“político”), ligado a la clase social de los comerciantes y a sus instituciones “democráticas” asociadas. No hay que olvidar que el siglo clásico griego, el de Pericles, es el de la polis, el de los ciudadanos.

 

 

Componentes de la tragedia:

 

 

Aristóteles distingue los siguientes elementos en la tragedia:

 

·   Un mito: en el sentido de “historia” o “anécdota”, a través del cual se imita una acción completa capaz de producir temor o compasión.


·   Los caracteres: definidos a partir de la acción de los personajes (son según lo que hacen); ponen de manifiesto sus elecciones responsables.


·   Elocución: es la palabra de los personajes y la construcción de los versos.


·   Ideología: se pone de manifiesto en lo que los personajes declaran cuando alcanzan un saber, considerado lícito y adecuado.


·   Espectáculo: implica la acción en movimiento. Canto o música.

 

 

    Además, la tragedia se estructura sobre los ejes de la peripecia, giro de la acción en un sentido contrario al que se presentaba hasta entonces, y el reconocimiento, que permite la transición de la ignorancia al conocimiento y que implica que el héroe pase de la felicidad a la desgracia o viceversa. La ruptura del orden del mundo recibiría el nombre de Hybris y representaba el comienzo del conflicto trágico, ya que el héroe debería cumplir con un destino inexorable.

 

    (En Literatura universal, Gabriel de Luca, Diego Di Vicenzo y Martina L Casanova, Santillana, Buenos Aires, 2001).

 

 

El Teatro como espectáculo

 

Decorado y maquinaria:

 

      El muro de la skene, que pudo en un principio aparecer desnudo, se revistió más tarde con alguna colgadura. Al principio, en el espacio escénico no debió figurar ningún lugar extraescénico. Éste debía ser creado por la imaginación de los espectadores siguiendo las indicaciones del texto. En tiempo de Esquilo, el espacio escénico se integró en el espectáculoi para sugerir los lugares comunes de la acción (palacio, fortaleza, lugar elevado...), lo que se conseguía por medio de un telón de fondo y de unos bastidores. (...) Ya con Eurípides se disponía de una plataforma móvil, de una polea en el techo de la skene para alzar por los aires a los dioses, de plataformas elevadas para designar los lugares olímpicos, de terrazas, de escotillas y de escaleras por las que podían ascender los fantasmas de los muertos. Como utensilios necesarios para producir efectos sonoros y visuales, los griegos disponían de placas que se golpeaban a fin de simular el ruido del trueno, mientras que con antorchas agitadas se producía el resplandor de los relámpagos.

 

 

Máscaras, coturnos, vestuarios:

 

      Para nosotros, la máscara oculta el rostro del actor y con él su enorme riqueza gestual. Sin embargo, los griegos y otras civilizaciones antiguas, en sus celebraciones rituales preteatrales, ya usaban las máscaras o disimulaban la cara con barro, azafrán y otros productos. Este hecho tiene un evidente simbolismo: el de revestirse de unos atributos nuevos que nos hagan dignos de oficiar el culto. Trasladado al teatro, podríamos decir que la máscara opera la trasmutación del actor en personaje, o mejor dicho, la ocultación de los rasgos que individualizan al actor a fin de que éste deje manifiestos los rasgos del personaje reflejados en la máscara.


Características y posibilidades del uso de la máscara:


-   Hacer coincidir al personaje con su papel (rasgos cómicos o trágicos tipificados)

 

-   Producir efectos de sobrecogimiento, particularmente en la tragedia.

 

-   Al ir figurada en un casco que agranda las dimensiones normales de la cabeza humana, hace más visible al personaje, al tiempo que consigue que guarde las proporciones con su elevada estatura, debido al uso de los coturnos;

 

-   Igualmente, según otros, su cavidad servía para ampliar la voz, ahciendo el papel de falso megáfono

 

-   Permitía que el actor pudiera representar perfectamente varios personajes con sólo cambiar de máscara.

 

 

Los coturnos y el vestuario

 

    Servían para darle mayor altura a los actores trágicos. De ese modo, los actores que hacían personajes nobles sobresalían por encima del coro (...) el actor se convertía en una especie de gigante, y  se hacía visible para todos los espectadores. Este gigantismo conlleva un simbolismo psicológico y moral que creaba en los espectadores efectos de sobrecogimiento propios al experimentar la catarsis de que nos habla Aristóteles.

 

    Los trajes usados por los actores griegos resumían estilizadamente la moda ática de acuerdo con los personajes que representaban. Se componían esencialmente de túnicas cortas y medias (quitón, clámide) y mantos. En el vestuario se jugaba con el simbolismo de los colores. Los reyes habían de vestir de púrpura; los personajes de luto, con tonos oscuros.

 

 

Los autores

 

      Los tres nombres de la tragedia son: Esquilo (525 a 456 a de C.), Sófocles (496-406 a de C.) y Eurípides (480-406 a de C.)

 

    El autor de Antígona es Sófocles. De este autor se han conservado sólo siete de las muchas tragedias por él escritas. Ellas son: Áyax, Edipo Rey, Electra, Filoctetes, Las Traquinias, y Edipo en Colono.

 

     En su Edipo rey, Sófocles nos conduce al tiempo y al espacio indefinidos, permanentes, de la conciencia de Edipo; a la congoja indescriptible del personaje martirizado por la fuerzas que son más poderosas que él; a las reacciones propias de un ser acorralado que se siente culpable, aunque quizá vislumbre que no hay proporción entre su error y la desgracia a que lo someten los dioses; a la atormentada interiorización de su propio existir que le llevará a exclamar aquello de ¡mejor no haber nacido!.El pesimismo de Sófocles es evidente. La crítica implícita a las fuerzas superiores que mandan sobre los humanos no deja lugar a dudas. Pero su obra, como la de Esquilo, es también una reflexión sobre los comportamientos del poder en su época, sobre la organización política que no sabe desprenderse de los lazos de la guerra, (...)

 

 

      ... no ha de sorprendernos el enorme éxito, en nuestro siglo,  de otra de sus tragedias, Antígona, en las adaptaciones de Brecht, Anouilhl, Living Theatre... Antígona es una reflexión sobre la dignidad humana y sobre el camino a seguir (el dictado por los dioses o el dictado por uno mismo en su fuero interno) cuando las leyes nos obligan al acto inmortal (en Antígona, no dar sepultura al hermano muerto). En la interpretación del Living, el hermano de Antígona muere en la guerra, a manos de su propio hermano Eteocles. Polinices fue forzado a la guerra, a la que maldijo hasta su muerte.

 

 

(En Historia básica del arte escénico, de Oliva y Moreal. Madrid, Cátedra, 1994)

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