domingo, 28 de noviembre de 2010

Antígona, ¡no! de Yamila Grandi

Antígona, ¡no!
de Yamila Grandi

(Estrenada en el ciclo 2003 de Teatro x la Identidad bajo la dirección de José Luis Brito. Teatro Séptimo Fuego, Mar del Plata)
A mi hermano/a
A nuestros padres

Al futuro


Casa de las hermanas Reis. Antígona, sentada, con la mirada perdida. Sobre su regazo, una caja. Del interior viene Ismena, vestida de negro y dispuesta a salir a la calle. Tanto el vestuario como la escenografía pertenecen a la época actual.
Antígona: (tendiéndole un manto negro a su hermana): Que ningún detalle falte. No ahorres símbolos pomposos a la farsa: ¡que tu vestuario sea completo!
Ismena: ¿Qué son esas palabras? No veo que estés lista. Preferiría que fuésemos juntas, como buenas hermanas que somos
Antígona: ¡Buenas hermanas!
Ismena: Siempre nos cuidamos, nos quisimos. Crecimos así, guardando gestos bellos, la una de la otra...
Antígona: Exacto: la una de la otra: nadie más ocupó este fraternal mundo. Ni completó nuestros sueños, ni anudó el vértice del triángulo que nuestros padres construyeron con sus células. Sus propios cromosomas: uno sobre el otro.
Ismena: No te entiendo. Hoy debería ser para vos un día importante. Por fin ha llegado el momento de...
Antígona: ¿De qué? ¿De llenar con más vacío el hueco de este silencio?, ¿de clausurar una puerta?, ¿de olvidar una canción para siempre? ¡Me niego!
Ismena: Dicen que es por nuestro bien.
Antígona: ¿¡Quién sabe qué es bueno para nosotras!?, ¿Acaso son ellos los que tienen carne de su carne danzando en una nada implacable y oscura?
Ismena: Lo dijo la voz de la radio...
Antígona: Sí, escuché esas voces, y leí las impresas en los diarios también.
Ismena: Nos mandaron una carta (le tiende un sobre, Antígona lo desprecia con la mirada)
Antígona: La vi
Ismena: Es una nueva ordenanza. ¡Tenemos que ir!
Antígona: ¡Que sea obligatorio asistir al funeral del propio hermano!
Ismena: No hay opción
Antígona: ¿Opción? ¿cómo puede ser para vos una opción arrojar tierra sobre una tumba vacía? ¡¡¡No hay cuerpo que enterrar!!! Eso quiere decir que no hay difunto, no hay muerto. Porque no hay muerte sino vida en nuestro hermano. Lo sé: sé que vive, lo siento...
Ismena: No tenemos pruebas de nada. Ni siquiera certeza de su nacimiento.
Antígona: Nuestra madre parió, parió y parió: tres fueron las veces. En su ciudad natal las dos primeras, donde vos y yo vimos la luz por primera vez. La tercera... (en delirante tristeza) ¿quién conoce el pozo profundo y negro donde fue llevada la triste parturienta? ¿quién tuvo el privilegio de escuchar la resonancia de los primeros gritos de aquel, el que nació más desnudo que nadie?.. El botín... el destetado antes de tiempo...
Ismene: Antígona, ¡basta!: es preciso seguir adelante con nuestras vidas
Antígona: Si es eso lo único que hemos hecho, ¿no lo ves? Vivimos "NUESTRAS" vidas, nuestras, nuestras y de nadie más: sabiendo "nuestras" desgracias, conociendo la tragedia de "nuestros" padres, de "nuestros" nombres tristemente protagonistas de la Historia de "nuestro" país; ¿Pero él? ¿El qué sabe? ¿Qué vida lleva, ¿qué nombre? ¿Cuál es el país que habita nuestro hermano?, (con triste sorna) Acaso no sea el mismo que el nuestro, acaso en sus calles haya manchas de basura ajena, y en sus libros de Historia, la Historia sea distinta a la nuestra: ¡la versión del enemigo!.
Ismena: Sé que el puñado de tierra que hoy arrojaré sobre el foso vacío será un pedazo de mí hecho polvo. Lo sé, pero también sé que será definitivo. Y la paz me es tan necesaria como el aire.
Antígona: Te escucho y desconozco a la hija de mis padres. Ellos, que fueron generosos y nobles; actuaron en consecuencia con sus principios, y llegada la hora de la tragedia no escondieron la cara; no se lamentaron como viejas hipócritas detrás de los visillos.
Ismena: Seguramente tengas razón y yo no sea digna hija. Ni hermana tampoco. Pero, ¿qué podemos hacer quienes no soportamos el peso del odio y la sombra del llanto en cada paso que dan nuestros pies.
Antígona: ¡Cuánto error hay en tus palabras! Yo he nacido para compartir el amor, no el odio, Y vos también, ¿no lo entendés? Ésa en nuestra herencia, y ha de ser nuestro legado en el mundo
Ismena: Demasiado peso para mis hombros.
Antígona: El mundo pesa y no pide permiso.
Ismena: Si te negás a asistir al entierro, será peor: vendrán a buscarte.
Antígona: No los esperaré aquí sentada: tengo cosas importantes que hacer (señala la caja que lleva en su regazo)
Ismena: ¿Todavía pensás seguir con eso?, ¿cuándo te vas a cansar de buscar?
Antígona: Cuando pueda mirarme en los ojos de mi madre y mi padre juntos, unidos en una misma pupila: los ojos de mi hermano.
Ismena: ¿Y si eso no llega nunca?
Antígona: "Nunca" es un buen momento para alcanzar lo justo.
Ismena: Allá vos. (triste y pesadamente se coloca el manto negro sobre su cabeza y sale. Antígona, sentada, tiene la mirada perdida como al iniciar la escena. Sin embargo, algo ha cambiado en sus ojos: está más convencida de algo)
Oscuro

II

Antígona está entre el público. Busca a su hermano. La caja que siempre tuvo contiene fotos de familia, con ellas compara el rostro de los presentes con el posible hermano mientras alterna preguntas del tipo: "¿no has visto estos ojos en la cara de un joven?", "¿le es familiar esta boca?", si encuentra algún posible hermano: "¿en qué año naciste?", o "¿tenés fotos de tu mamá embarazada? ". El Coro también está entre el público y ella. Se perciben el uno al otro pero sus discursos serán paralelos hasta el final.
Coro: Una aguja en un pajar: un milagro. La sangre se busca así misma y no deja de circular, de moverse. Las venas son los caminos, las rutas, las calles. La sangre no descansa nunca: implacable sube y recorre, alimenta, calienta, oxigena... La sangre sabe, no miente.
Antígona: (concluyendo el texto del Coro) La sangre sabe sangrar y también conoce la cicatriz.

III

Oficina de aspecto indefinido: entre estatal y productora de TV, es frívola y cursi. De entre casa y burocrática. Dos empleados.
Empleado 1: (revisando unos papeles) Acá falta algo.
 Empleado 2: ¿Qué es?
E 1: Una firma. No figura la firma de... Antígona Reis. Tuvo la ceremonia del entierro de su hermano ayer. Tendría que haber firmado el acta, pero no lo hizo. Sólo figura (lee con dificultad la firma) Ismena Reis.
E 2: Qué raro.
E 1: Cierto, nunca pasó algo así. Al menos desde que yo estoy en esta oficina. Y decíme, ¿qué se hace en estos casos?
E 2: No tengo la más pálida idea. Supongo que avisar al supervisor, o enviarle una citación a esta mina para que aclare su ausencia en el registro de actas.
E 1: Mejor le mando la citación, por que con el que te dije, (se refiere a su superior) el horno no está para bollos. (Tipea). "Señorita Antigona Reis, nos dirigimos a usted a fin de..."

Oscuro

IV
Antígona sigue buscando a su hermano. Lo hace entre el público, de la misma manera que antes lo hizo. El Coro también está junto a ella y repite su texto: "La sangre sabe, no miente "

v
Oficina.
E 1: (habla por teléfono. Evidentemente con su superior enojado) No señor. Bueno, sí. Sí señor. Ya le dije, hemos enviado cuatro cartas y no hay respuesta. No, la dirección está bien. Ella las recibió, con seguridad. Como puse en los informes, los recibos están firmados... sí... simplemente no hay respuesta, (se nota que el enojo del interlocutor ha ido en aumento más y más) Sí, sí. Claro. Sin demora. Mi responsabilidad. Claro... (se nota que el supervisor le cortó)... que usted también tenga un buen día...
E 2: Eh, ¿qué pasa?
E 1: ¡Es esa mujer que no quiere entrar en razones! ¡¡¡Las cosas que uno tiene que aguantar acá adentro!!!

Oscuro

VI

Antígona sigue entre el público buscando a su hermano y el Coro la acompaña. De pronto, irrumpen un hombre y una mujer. Ambos visten formalmente y llevan carpetas y papeles. Primero con suma cordialidad, luego cada vez más agresivos hasta llegar a una fría violencia abordarán a Antígona, quien permanecerá en silencio. Toda la acción se desarrolla entre el público.
Mujer: Aquí está la picarona. Se nos hizo rogar, eh...
Hombre: (falsamente galán) ¿Es usted de esas mujeres?
Mujer: Según parece hay en nuestros registros un pequeño problemita: ¡Usted!.
Hombre: Usted es nuestro... problemita
Mujer: (falsamente comprensiva y confidente) Yo entiendo perfectamente que hay ciertas cosas que duelen mucho, pero hay momentos en la vida en que debemos asumir nuestros temores y sepultarlos definitivamente
Hombre: Exacto, sepultarlos, ¿entiende?
Mujer: Hay que tener valor, ser fuertes.
Hombre: ¿Qué clase de sociedad tendríamos si todos nos asustáramos como ratas cuando se enciende la luz?
Mujer: ¿Para qué insistir con algo sin sentido?. Lo pasado, pasado. Hay que mirar hacia delante, de cara al sol... Una chica tan linda como vos, con todo el futuro por delante... Con esos ojos tan hermosos... ¡La de pretendientes que tendrás!...
Hombre: Nuestro país necesita gente sensata, adulta...
Mujer: Eso, ¡sé mujer!
Hombre: (a la Mujer, como si Antígona no estuviese presente) No hay caso con esta mierda, vamos a tener que proceder, nomás (La Mujer se encoge de hombros y saca meticulosamente de su cartera un pote de pintura. El Hombre aporta una brocha y juntos pintan la piel y la ropa de Antígona. Esta acción deberá ser realizada con la mayor potencia dramática posible, pero sin ser obscena. Es una mezcla de tortura, destierro, señalamiento infame, lapidación... tanto el Hombre como la Mujer buscan la complicidad del público: en oposición, el Coro les repartirá trapos con que limpiar la pintura. Aparece Ismena, quien al ver esto llora dolorosamente. No soporta el dolor de su hermana e intenta ser ella también blanco de la pintura de aquellos dos. Mediante gestos, Antígona tratará de impedirlo. El Hombre y la Mujer a penas le prestan atención a Ismena. El Coro, conmovido se atreve a limpiar/curar a Antígona mientras repite: "la mancha, la herida...". El Hombre y la Mujer lo miran con sorna, pero lo dejan hacer. Antígona ha recibido el escarnio con dignidad majestuosa. Finalmente el Hombre y la Mujer salpican a Ismena como quien conforma a un niño, mientras ríen a carcajadas y salen )

Oscuro

VII


Oficina.
E 1: (Revisando un archivo tras otro, aumenta en miedo y enojo) ¡No puede ser!
E 2: ¿Qué pasa?
E 1: Estas actas (consternado, temeroso, desesperado) No entiendo...
E 2: ¿Qué?
E 1: Todas estas actas (señala el montón de papeles) de entierro sin firma de los deudos correspondientes, ¡Ni una firma!
E 2: ¿Antígona?
E 1: No. (lee desesperadamente) Rogelio Martín González, Carina Medina, Raquel Méndez, Daniel Rubio, María Paola Montes, Dalmiro López, Federico Del Río, Eva Esther Camaño, Julio Esteban Carpio, Rosalía Toro, Mariano David Milinski, Silvio Javier Boto, Ornar Díaz, Georgina Delgado...

La lista es un río desesperado que perdió su cause irremediablemente. Mientras tanto, al fondo, atrás del escenario hay otro mundo: un universo visiblemente diferente: poético, pero no falso, onírico y ferozmente cierto. De la derecha, aparece Antígona. Tiene los brazos tendidos y su cara se ha transformado. Por la izquierda aparece Polinices, quien también le tiende los brazos a su hermana y le sonríe. El encuentro será lento y feliz, hasta culminar en un abrazo al que se sumará Ismena Al mismo tiempo, que los hermanos Reis se encuentran, parejas de hermanos y hermanas de derecha e izquierda se unen también en abrazos y besos. Con cada par de hermanos, la escena se transforma más y más en una fiesta. La luz abandona a los empleados y la oficina para quedarse solamente en la postal fraternal. Lentamente llega el
Apagón final.
Sarmiento, Chubut. Mayo del 2003.

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