domingo, 28 de noviembre de 2010

Antígona... Antígonas

Antígona... Antígonas

Oh dioses, pudiendo habernos hecho de cosa invisible o de piedra
que no necesitan sepultura
¿por qué nos formaron de materia que se descompone, de carne
que no resiste la invisible fuerza de la podredumbre?
Qué impúdico, que obsceno
es acabarse insepulto, mostrando
a los ojos de los vivos blanduras y viscosidades. Tal castigo,
y peor, padece mi hermano
porque también es abasto que desgarran alimañas, buitres y perros.
José Watanabe
 
Contexto de la tragedia de Sófocles:

Los siete contra Tebas
“Tebas fue el centro de uno de los mayores ciclos de la antigua saga mítica de Grecia, desde su legendaria fundación hasta que fue arrasada por Alejandro Magno. En ella reinó el infausto Edipo. Tras haber descubierto que es el asesino de su padre y que ha estado cohabitando con su madre, el viejo Edipo acaba de comprobar que es inútil oponerse al destino, pues aunque hizo todo para evitarlo, todo ha sucedido según el oráculo. Por eso, ahora, ciego, parte al exilio, y el trono de Tebas queda en poder de su hijo Eteocles, quien lo deberá ceder al cabo de un año a su hermano Polinices. Transcurrido el primer turno y ante la renuncia de aquel a traspasar el mando, Polinices solicita ayuda a la vecina Argos para asediar Tebas. Es la guerra fratricida. En cada una de las siete puertas de la ciudad se planta uno de los Siete héroes al mando de un grupo de guerreros,y, de nuevo, el azar hace que Eteocles se enfrente a Polinices, hermano contra hermano. Muertos ambos, Creonte, rey ahora de la ciudad, prohíbe dar sepultura al cadáver de Polinices, a quien considera un invasor que ha venido contra su patria. Sólo la valentía de su hermana Antígona desafía la orden del tirano y se atreve a esparcir un poco de tierra sobre el insepulto cuerpo de Polinices. En la siguiente generación, los hijos de los Siete contra Tebas (los llamados Epígonos) reemprendieron sus luchas. Es la categorización de los desastres de la ambición por el poder y las secuelas de la guerra.

Antígona

Hija (y hermanastra) de Edipo, el cual – no pudiendo evitar el destino – tuvo hijos con supropia madre. La joven Antígona fue lazarillo de su viejo y desolado padre/hermano, a quien acompañó hasta el final de sus días. En el conflicto que suscitaron sus dos hermanos, Eteocles y Polinices, Antígona antepuso sus obligaciones fraternales – que exigían respetar las reyes morales no escritas – a las leyes positivas del tirano Creonte. Se convirtió así en defensora de las verdades morales frente a los preceptos oficiales y, desde este punto de elegante acracia, prefirió morir”.
(En Antonio Guzmán Guerra, Dioses y héroes de la mitología griega, Madrid, Alianza, 1995)

...Queda proclamado el decreto; su repercusión hace que Antígona salga indignada del palacio de Tebas. En el acto concibe su resolución; ésta se forma en ella, en un transporte apasionado, cual fruto trágico de sus entrañas desgarradas; la llevará a cabo, aún cuando le cueste la vida. Así lo manifiesta a su hermana Ismene, intimándola más que exhortándola a que le ayude a enterrar a Polinices. Ismene vacila ante el peligro, trata de disuadir a la heroína y le llama la atención respecto a la ley más fuerte. (...)

El alma de alto vuelo abandona al alma débil que no puede seguirla y la deja caer desdeñosamente sobre la tierra. Sus sendas se separan; sus destinos se desprenden el uno del otro. (...) La enterradora (...) cavará la fosa con sus propias manos. Esta inflexibilidad, heredada de Edipo y que, luego censurará el coro, es uno de los signos característicos de Antígona ...”

(en Las dos carátulas. Historia del Teatro Griego y de grandes épocas del Arte Teatral Moderno, de Paul se Saint- Victor, Buenos Aires, Joaquin Gil Ed.,)

Quién es quién en la historia...
(presentamos un desarrollo mayor de los personajes arriba, cuando dimos cuenta de la historia de los Labdácidas)

Antígona: Hija de Edipo y Yocasta

Ismena: También hija de Edipo y Yocasta

Polinice: Otro de los hijos de Edipo, quien según mandato de Creonte no podrá ser enterrado.

Eteocles: El hijo de Edipo que será enterrado con honores según orden de Creonte.

Yocasta: Madre y esposa de Edipo. Hermana de Creonte y madre de Eteocles, Polinice, Antígona e Ismena

Edipo: Hijo de Layo y Yocasta

Creonte: Hermano de Yocasta y por tanto tío de Antígona, Eteocles, Polinice e Ismena. Pero también de su cuñado: Edipo. Una vez muertos los dos herederos (Eteocles y Polinice) él ocupa el trono.

Hemon: Hijo de Creonte y Eurídice. Prometido de Antígona con quien no llega a casarse.

Eurídice: Esposa de Creonte, madre de Hemón

Tiresias: Viejo ciego y adivino, conocedor de las tragedias que se avecinan.

Las versiones de Antígona

Muchos son los autores que, a lo largo de la Historia han tomado la tragedia de Sófocles (496 –406 aC) como tema y han hecho con ella adaptaciones y versiones. Entre algunos de ellos encontramos: Cocteau (1922), Brecht (1947), Anouilh (1944) Marechal (1951), Gambaro (1986), Jorge Andrade (1958), Luis Rafael Sánchez (1968), José Watanabe (1999), Jordi Coca (2003).

Cada uno de ellos tomó de la versión de Sófocles aquello que más le interesaba para su propia versión. En algunos casos aquella fue fielmente respetada, ya sea desde el empleo del lenguaje, el desarrollo dramático , la caracterización de los personajes o la ubicación temporoespacial. En otros en cambio, ello fue cambiado de a cuerdo a la búsqueda estética e ideológica del nuevo autor.
Antígona de Jean Cocteau (1922)
Fotografiar a Grecia desde un aeroplano es empresa tentadora. Puede descubrírsele un aspecto enteramente nuevo. Así he querido traducir Antígona. A vista de pájaro, desaparece algunas grandes bellezas y surgen otras; se forman conjuntos nuevos, bloques, sombras, ángulos y relieves inesperados. Acaso mi experiencia sea un medio de hacer vivir las viejas obras maestras. A fuerza de habitar n ellas las contemplamos distraídamente, pero si yo vuelo sobre un texto célebre todos creen oírlo por primera vez.”
Son las palabras con que Cocteau presenta y define su versión. La misma fue estrenada en 1922 en París, con decorados de Pablo Picasso, música de A. Honegger y vestuario de G. Chanel.

Antígona de Brecht:
Fue escrita en 1947. Su versión es una impronta contra el nazismo. De allí que en el primer cuadro se presente una escena situada en el contexto histórico de la segunda guerra mundial. Allí se plantea el dolor de dos hermanas y su hermano, un soldado muerto por no querer pelear en la guerra. El tratamiento de Creonte apunta a crear un personaje terriblemente despótico (mucho más que en la obra de Sófocles) que remeda claramente a Hitler.
Para Brecht, el teatro debía ser consecuente con el momento histórico en que uno vive. Y su realidad exigía una escena racional, científica, precisa y objetiva”. (en Oliva Monreal op. Cit).
Tiempo después de su escritura, en 1967, el grupo norteamericano Living Theatre hace una puesta de esta versión de Antígona. Ellos tenían una propuesta netamente vanguardista: “el público participó claramente en la acción. Representó a Argos, y todos los actores, en el escenario , representaron a los tebanos, y las batallas fueron ataques contra el público, en el que el actor que encarnaba a Megaros, como supuesta espectador era asesinado en el pasillo.”

(en Chistofer Innes, El teatro sagrado. El ritual y la vanguardia, México FCE, 1995).
 
Antígona de Anuilh (1944)
En su propuesta hay una ruptura significativa con el género “tragedia”. Hay en ella una reflexión acerca de este género contrapuesto con el drama y la situación del hombre en cada uno de ellos: “ “
Usando el procedimiento de mostrar a los actores que van a realizar la función, se muestra a las claras que esto es una representación: una ficción construida a partir de procedimientos teatrales.

Antígona Vélez (Argentina, 1951), de Leopoldo Marechal:
“La historia de la heroína griega se desarrolla en una estancia llamada no casualmente “La Postrera”, en los confines de la pampa y el desierto argentinos, en el último cuarto de siglo XIX, la época de la llamada “Conquista del desierto”, ámbito propicio para la tragedia, según estima Luis Martínez Cuitiño. Sin que se sepa claramente la razón, Ignacio Vélez (Polinices) ha desertado de la “civilización” y se ha unido a los indios pampas (la “barbarie”). En el enfrentamiento que sobreviene han muerto Ignacio y Martín Vélez (Eteocles), al último de los cuales, Facundo Galván (Creonte), tío de los jóvenes y de Antígona y de Carmen (Ismena), rinde, como en Sófocles, las debidas honras mortuorias previas a su sepultura que, también como en el trágico griego, niega al otro, lo que lo lleva igualmente al enfrentamiento con Antígona, en el cual ésta contará con el apoyo de su prometido, Lisandro Galván (Hemón), hasta la muerte de ambos, “juntos, y como atravesados por una misma lanza”, según apunta uno de los personajes. (...)

En la obra de Marechal no hay referencias al origen incestuoso de los jóvenes, así como tampoco hay fratricidio, ni se alude a destino dado alguno. En todo caso, “la pampa, el desierto, la llanura, son los que pesan como una fatalidad sobre los personajes”, afirma con acierto el citado Luis Martínes Cuitiño, y de la cual son representantes las tres llamadas brujas que integran el tercero de los cuadros que Marechal incluye en la obra”.

(síntesis de Angel Vilanova en Las Antígonas iberoamericanas)

Pedreira das almas, (Brasil, 1958) de Jorge Andrade:
Exhibe algunas coincidencias llamativas con la pieza de Marechal: tampoco hay referencia a la cuestión edípica, ni al fratricidio ni apelaciones al destino. (...) Andrade, además, prescinde de toda señal explícita que remita a la Antígona tradicional para exponer en la escena una serie de acontecimientos ubicados históricamente en 1842, en el sur de Brasil, en ocasión de convulsiones políticas, sociales y económicas relacionadas con el cambio de una economía minera a otra de carácter agrícola”.
(Angel Vilanova op. Cit.)

La pasión según Antígona Pérez (Puerto Rico, 1968), de Luis Rafael Sánchez:
Instala la historia de Antígona en una ficticia pero verosímil “republiqueta” continental tan común entre los 50 y 60 llamada Molina.


  Antígona furiosa (Argentina, 1986), de Griselda Gambaro:

Angel Vilanova señala en esta pieza los” indicios o señales actualizadores:
el lenguaje, por ejemplo; los trajes que visten el Corifeo y Antinoo; el café que beben, pero, sobre todo, una muy reiterada apelación a la locura de Antígona por parte de aquellos personajes. Después de insistir en la prohibición de dar sepultura a Polinices, el Corifeo dice: ‘que nadie gire – se atreva – gire gire como loca dando vueltas frente al cadáver insepulto, insepulto insepulto’, en franca alusión a las Madres de Plaza de Mayo inicialmente calificadas como “locas” en el Proceso dictatorial argentino de los setenta. A ello podrían añairse otros ejemplos que apuntan casi explícitamente a la infausta situación política y social de la Argentina de esos años, como en el que tiene que ver con las desapariciones: ‘no estaré con los humanos ni con los que murieron- dice Antígona-, no se me contará entre los muertos ni entre los vivos. Desapareceré del mundo en vida’ (op. Cit) “.

Antígona. Versión libre de José Watanabe (Perú, 1999).
Utilizando un lenguaje poético y con el formato del unipersonal, este autor peruano realiza su propia versión.
En “Notas sobre “nuestra” Antigona”, el grupo Yuyachkani (quien la estrena) señala:
A comienzos de los ochenta, vimos una exposición fotográfica. Eran fotos en blanco y negro. Había captado imágenes impresionantes de la violencia de esos años. La que más nos conmovió fue la de una mujer cruzando los arcos de la Plaza de Armas de Ayacucho, parecía una figura en fuga, una exhalación bajo la sombra que creaba un sol cenital. Vestía de luto. En ese momento, espontáneamente, esa mujer formó para nosotros una sola frase con Antígona.

Recurrir a Antigona es una manera de apelar a la memoria histórica universal para buscar en ella señales que nos ayuden a entender nuestra propia tragedia. El objetivo del personaje Antigona es enterrar a su hermano muerto, pese a un decreto que prohibe hacerlo. Para nosotros enterrar no es una metáfora del olvido. El enterramiento de un suceso o una persona implica evaluarlo, conocer su significado y ponerle un nombre para no olvidarlo, es ubicarlo como un hecho vivo y ejemplar en nuestra memoria. Allí debe estar como quien ocupa un espacio, dispuesto para el dialogo con nosotros, ahora o en el futuro...”

Antígona de Jordi Coca (España, 2003)
El Teatre Lliure exhibe la Antígona de Jordi Coca bajo la dirección de Ramón Simó.

La heroína de Sófocles vuelve a la escena, aunque en este caso bajo una lectura contemporánea y “muy libre” firmada por el autor catalán Jordi Coca. El Teatre Lliure exhibe a partir del 7 de abril esta Antígona moderna interpretada por la compañía del Lliure y dirigida por Ramón Simó. “Los mitos son muy válidos para los tiempos actuales porque sirven para muchas situaciones. Yo pensé que Antígona sería perfecta para hablar de esta sociedad catalana conformista y domesticada. Su silencio lleva a la creación de monstruos” dice Coca, que actualmente imparte clases en el Instituto del Teatro. El autor ha revisado todos los personajes de la obra de Sófocles: “Tiresias aquí no es un vidente sino un intelectual cómplice del poder que hace discursos vacíos. Antígona es un poco histérica, y su valentía surge de la inconsciencia. Es anárquica, no organiza sus actos porque está obsesionada con dejar un testimonio. Creonte, con su reluciente esmoquin, acaba acusando a Tiresias y asesinando a Antígona”.

Es ésta una obra de cobardes con un protagonista absoluto: el silencio. “Nadie se enfrenta al poder, todos callan salvo Antígona”. Con un lenguaje alejado de las grandes tragedias griegas pero elevándose por encima del coloquial, Coca ha creado una obra que con su crítica pretende hacer despertar a una sociedad adormilada que silencia su opinión ante las distintas formas de poder. Coca, que comparte con Palau i Fabre la revisión y adaptación de los mitos a los tiempos actuales, ha mantenido en esta versión el coro clásico, aunque también ha sido adaptado: “En esta Antígona el coro es un niño que nos relata su perplejidad ante un mundo de locos que no entiende. Él es quien mejor encarna el futuro incierto”.

Itzíar De Francisco. El Mundo. 2 de mayo de 2003.

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